La realización de atmósferas arquitectónicas a través de imágenes y renderizados en 3D han ido evolucionando a lo largo de estos últimos años de una manera exponencial. El gran avance tecnológico a nivel gráfico y la apertura de la información a través de plataformas colaborativas han permitido que nos encontremos ante un sector con mucho talento en el que, recurrentemente, nos preguntamos si lo que nuestros ojos están viendo es real o no.
Actualmente, estas imágenes son las principales protagonistas a la hora de representar las ideas y conceptos más importantes de un proyecto a nivel visual. Son un recurso esencial para que los clientes, que normalmente no son arquitectos y no tienen por qué entender una planta o una sección, sean capaces de entender las claves y consigan hacerse una idea aproximada — no final — de a qué punto se quiere llegar con el tipo de arquitectura escogida.
Las atmósferas en la arquitectura
El concepto de atmósfera ha sido abordado desde diversas corrientes filosóficas y campos de conocimiento. Cotidianamente, cuando hablamos del término de atmósfera, nos referimos a un sentido espacial que se “respira” en el ambiente. En filosofía, el autor alemán Hermann Schimtz, referente en el estudio del concepto, explora la noción de atmósferas de un modo desvinculado del carácter metodológico y la concibe en un término más amplio como “diferentes estados de ánimo” (Der Gefühlsraum, 1969). Y es que, parafraseando a Böhme (2012) y siguiendo con lo aportado por el filosofo alemán, una atmósfera puede ser agradable, tensa, elegante, melancólica, positiva, cargada, etc.
En arquitectura, sector que a nosotros nos concierne, también se ha estudiado el concepto desde diferentes puntos de vista, aunque el arquitecto Premio Pritzker, Peter Zumthor, es reconocido por articular de manera explícita el término de atmósferas en la arquitectura.
Según Zumthor (2006), “cuando entro a un edificio, veo un espacio y percibo una atmósfera y, en décimas de segundo, tengo la sensación de lo que es”. En este sentido, el autor añade al concepto un componente de sensibilidad emocional. Una percepción que es captada extremadamente rápido y que nos evoca un sentimiento que nos cautiva e influye en nuestra manera de ver las cosas.
“Para mí la realidad arquitectónica sólo puede tratarse de que un edificio me conmueva o no ¿Qué diablos me conmueve a mí de este edificio? ¿Cómo puedo proyectar algo así? (…) ¿Cómo pueden proyectarse cosas con tal presencia, cosas bellas y naturales que me conmuevan una y otra vez?”(Zumthor, 2009)
Atmósferas en la visualización arquitectónica: definición
Las atmósferas en la visualización arquitectónica pueden ser definidas, por tanto, como un aura de sentimientos que rodea a las imágenes y que son capaces de generar emociones en los receptores para influir en la toma de decisiones. Un sutil instrumento de persuasión que desprende y es capaz de evocar recuerdos — mayoritariamente positivos — a través del tratamiento de la imagen: color, luz, texturas, formas, composición, etc.
“La atmósfera habla a una sensibilidad emocional, una percepción que funciona a una increíble velocidad y que los seres humanos tenemos para sobrevivir. No en todas las situaciones queremos recapacitar durante mucho tiempo sobre si aquello nos gusta o no, sobre si debemos o no salir corriendo de allí. Hay algo dentro de nosotros que nos dice enseguida un montón de cosas; un entendimiento inmediato, un contacto inmediato, un rechazo inmediato” P. Zumthor, 2006.
La dificultad de impactar con imágenes
Actualmente, resulta complicado ser relevante y conmover dentro de un mundo hiperconectado. Todo se mueve a mucha velocidad y, en cualquier sitio, somos bombardeados a través de imágenes. Aplicaciones y redes sociales multimedia como Instagram, donde prima más la cantidad que la calidad, dificultan el proceso de encontrar representaciones visuales que de verdad merezcan la pena. Sí, podemos ver decenas de imágenes en muy pocos minutos, pero no les dedicamos ni la más mínima atención. Tenemos, por tanto, que (re) aprender a observar.
Juhani Pallasmaa ya hablaba de este fenómeno en su libro Los Ojos de la Piel (1996), donde indica que “la vista es el único sentido lo suficientemente rápido como para seguir el ritmo del increíble incremento de la velocidad en el mundo tecnológico. Pero el mundo del ojo hace que vivamos cada vez más en un eterno presente aplanado por la velocidad y la simultaneidad.”
Por ello, y siguiendo con lo aportado por Zumthor, resulta necesario impregnar a las imágenes de ese “ambiente” que es capaz de transportar a un receptor altamente saturado hacia un entorno idílico, donde, a través de diferentes técnicas visuales, este pueda experimentar emociones que le hagan recordar lo que está visualizando. Y es que, aquellos eventos que contienen un contenido emocional, ya sea positivo o negativo, afectan al proceso de codificación, consolidación y evocación de la información. Dicho de otro modo, favorecen al recuerdo (J. Nadia M. Psyrdellis, E. Ruetti, 2013).
El lenguaje en la visualización arquitectónica
El creador no trata de engañarte o de hacerte pensar algo que en realidad no es. Una visualización no es manipulación, es lo que el autor interpreta. Son sus vivencias, sus ideas y una imagen global del conjunto. Es lo que él cree que va a ocurrir, por ejemplo, cuando los rayos del sol incidan sobre la fachada. O lo que el viandante sentirá cuando transite entre verdes.
Las imágenes producidas por un modelo 3D a través de programas como Lumion, Maya o Sketchup son tan útiles como una planta, un detalle constructivo o un boceto. Hay que tener muy claro qué podemos transmitir con cada una de ellas y en qué momento emplearlas. No es lo mismo persuadir a un cliente o un jurado a través de una planta, que hacerlo mediante un render lleno de emociones donde “pueda ver” (y sentir) cómo será interactuar con y en ese nuevo proyecto.
En ningún caso estas formas de visualización arquitectónica se corresponderán con la realidad al 100%. Simplemente son un acercamiento a lo que el ojo y la psique humana van a ver y sentir cuando estén allí.
Sobre el autor
Miguel Iniesta
Graduado en arquitectura por Universidad Politécnica de Cartagena. Desde 2017, trabaja en el campo de la visualización arquitectónica, colaborando y aprendiendo de estudios como Agraph con un gran recorrido profesional. Desde 2019 forma parte del equipo de ADORAS realizando labores de visualización arquitectónica y de apoyo en el diseño de proyectos.