Encontrar un balance entre el tejido urbano y los espacios verdes es sumamente importante. Y cada vez lo es más debido al aumento exponencial de la población y a la crisis medioambiental que vivimos hoy en día. La consciencia de la ciudadanía, sumada a las instituciones políticas e iniciativas empresariales, han desencadenado en un sinfín de programas y principios para fomentar el desarrollo sostenible de nuestra sociedad y sus ciudades mediante políticas medioambientales que vienen para reconfigurar nuestra manera de vivir.
Bajo esta problemática, los grandes estudios de arquitectura de alrededor del mundo han apostado, de forma innovadora, por incluir superficies verdes en zonas tradicionalmente olvidadas como las cubiertas de los edificios. Éstas se han convertido en una oportunidad para generar nuevas áreas de socialización e incluso de plantación en los edificios. Una dimensión verde y humana con muchos beneficios que, más que una tendencia, debería convertirse en un estándar para dotar al tejido urbano de un carácter natural.
Y es que, el paisajismo en cubiertas reduce el impacto ambiental del edificio en las ciudades. Las plantas actúan como agentes de asilamiento y absorben los rayos de sol, por lo que ayuda a reducir el efecto isla de calor y la energía necesaria para enfriar o calentar el interior de las viviendas. Además, a nivel social, contar con áreas verdes en los edificios favorece notablemente a disminuir los niveles de estrés y a socializar con el resto de vecinos. Y, a diferencia del pensamiento general, el coste de mantener este paisajismo es mínimo gracias a la instalación de jardines de lluvia para el reaprovechamiento del agua pluvial.
Por ello, a la hora de diseñar el proyecto de paisajismo, ya sea para uso residencial o público, es importante seguir las recomendaciones de sellos medioambientales como BREEAM y hacer una selección de plantas autóctonas y de bajo consumo hídrico que favorezcan a la creación de un tapiz verde más coherente con el entorno en el que se desarrolla.
A lo largo de este artículo, nuestro equipo recoge algunas de las actuaciones paisajísticas más interesantes que se han realizado sobre cubiertas. Verdaderos cambios que todo arquitecto debe ver para desarrollar y fomentar un desarrollo sostenible en sus edificios.
Universidad Thammasat: el caso de Kotchakorn Voraakhom
Luego de que su tierra natal sufriera gravemente por inundaciones, la arquitecta y paisajista tailandesa Kotchakorn Voraakhom, utilizó la sabiduría de sociedades antiguas y su conocimiento para diseñar áreas que, al mismo tiempo que agregan zonas verdes a la ciudad, son empleadas para almacenar agua proveniente de las precipitaciones para su posterior uso.
Su proyecto Thammasat University Urban Rootop Farm, completado en el 2019 cerca de la capital de Tailandia, transforma una cubierta de 22.000 metros cuadrados en un área de agricultura sostenible, tratamiento de aguas, áreas públicas y energía renovable. Esta cubierta fue construida para conectar las áreas verdes existentes, generar áreas sociales, mitigar el impacto de las inundaciones y reconectar a los alumnos con su pasado en la agricultura.
Imitando la práctica de cultivo de arroz, la distribución de la terraza en este proyecto de paisajismo disminuye la velocidad del agua, filtra el agua residual y riega los cultivos. El agua va bajando por las terrazas, formando pequeñas cuencas en cada nivel, lo que ayuda a absorber, filtrar y purificar el agua pluvial. Al final del trayecto en las cuatro alas del edificio se encuentran unos estanques de retención, capaces de almacenar hasta 3 millones de galones de agua combinados. Esta agua es almacenada y reutilizada en el riego de los cultivos en la época de verano por medio de una bomba solar.
Así, la paisajista crea un tapiz verde de disfrute social que actúa como una mitigación contra las inundaciones. Sobre ella, cultivan 20 toneladas de productos agrícolas orgánicos al año para uso de la universidad, reintroduce las raíces de agricultura en una ciudad que las ha olvidado y embellece una zona tradicionalmente olvidada en arquitectura.
Como indica Voraakhom “estas áreas no solo están diseñadas para prevenir las inundaciones actuando como almacenamiento de agua, sino que contribuyen al enfriamiento de las áreas urbanas, limpian el aire y crean un oasis verde en la ciudad que favorecen a la mejora de la salud mental y física de las personas”. Este es tan solo un ejemplo de los grandes esfuerzos que el paisajismo está realizando en el mundo para mejorar la calidad de vida y asegurar la resiliencia de las ciudades para prosperar y sobrevivir.
CopenHill: el caso de Bjarke Ingels Group (BIG)
Bjarke Ingels Group, con base en Copenhague, es uno de los mayores exponentes de como la arquitectura moderna ha abrazado el paisajismo hasta tal punto de convertirlo en algo identitario e intrínseco al ADN del estudio danés. Y su proyecto, CopenHill, es una buena prueba de ello. El edificio es un monumento a la trayectoria de BIG y refleja la influencia de los daneses en la arquitectura y el diseño moderno. Es un dialogo entre construcción e impacto ambiental que reinterpreta el oscuro entorno industrial del pasado para convertirlo en un área de esparcimiento verde para las generaciones del futuro.
Ubicada en una zona industrial cerca del centro de la ciudad, la planta de conversión de residuos en energía de CopenHill aspiraba a convertirse en un hito arquitectónico. La fachada del edificio, erigido como uno de los más altos de la ciudad, queda compuesta por unos ladrillos de aluminio apilados entre sí que quedan revestidos por unas jardineras bajo un patrón ajedrezado que, además de permitir la entrada de luz, evocan la imagen de una montaña nevada.
Sin embargo, la ambición del estudio danés los llevo aún más allá. Y es que, CopenHill no es solo un diseño atractivo, es funcionalidad. Con el claro objetivo de reconectar a las personas con un ambiente natural, Bjarke Ingels Group dio un propósito a un elemento de construcción que el público generalmente no utiliza: las cubiertas.
Para ello, los daneses dotaron a la infraestructura de un paisajismo en la azotea que proporciona a los ciudadanos senderos, parques infantiles, gimnasio, rocódromos y, sobre todo, una conexión natural con panorámicas a toda la ciudad de Copenhague. Además, en toda su extensión, el techado conforma una pista de esquí con más de 11.000 metros cuadrados disfrutables para cualquiera. Todo un icono para la arquitectura contemporánea que fue diseñado y construido con más de 6.000 toneladas de acero.
Todos los aspectos de esta cubierta están meticulosamente estudiados. Aunque a priori parezca sencillo, la inclinación de la cubierta requiere de plantaciones especiales que resistan a dichas características. Por ello, los más de 300 árboles y 7.000 arbustos que conforman el techado, además de ser especies autóctonas de Dinamarca, responden a dicha necesidad. Así, el estudio danés planteó especies como pinos, pastos y helechos que ocupan gran parte del terreno montañoso de Dinamarca. Desde su apertura, se ha monitoreado la biodiversidad y se ha demostrado un aumento significativo en la cantidad de especies de flora.
En definitiva, se trata de un hito arquitectónico que plantea un modelo inédito. Se combinan las necesidades de la industria con el ocio y se propicia a una reflexión sobre ecología, incluyendo un centro de educación ambiental que se alinea con los objetivos de la ciudad para convertirse en la primera ciudad neutra en emisiones de carbono del mundo en 2025.
La Academia de Ciencias de California: el caso de Renzo Piano
Diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano, la nueva Academia de las Ciencias de California, ubicada en San Francisco, una ciudad con una fuerte vocación medioambiental, ha logrado convertirse en uno de los museos más sostenibles de todo el mundo. Inicialmente, el complejo contaba con un total de 11 edificios, pero el terremoto de Loma Prieta de 1989 arrasó con la zona. Sin embargo, la ciudad apostó por levantar una nueva academia en el mismo lugar que su predecesor, empleando diferentes estructuras que lograron ser conservadas de 3 edificios, y sirvieron al estudio de Renzo Piano para dar forma al nuevo proyecto.
Del mismo modo que la antigua academia, el nuevo proyecto cuenta con un total de 37.000 metros cuadrados donde todas las áreas quedan organizadas alrededor de un patio central. No obstante, la parte más emblemática del edificio es su cubierta de 10.000 metros cuadrados, la cual ha sido concebida como si una parte del Golden Gate Park se haya elevado sobre el terreno.
La cubierta adopta una forma plana a lo largo de su perímetro, pero a medida que se aleja del borde, emergen sinuosas curvas que dan lugar a una serie de cupulas que se elevan sobre el techo y se mimetizan con las formas naturales del paisaje. Éstas cuentan con unos tragaluces y compuertas automatizadas que, además de dotar de luz natural al interior, permiten una correcta temperatura y ventilación en el espacio.
En toda su superficie, la cubierta cuenta con una cobertura vegetal que alberga más de 1,7 millones de plantas autóctonas que actúan como aislante térmico, ya que la humedad del suelo enfría el interior del edificio y reduce el gasto energético. A su vez, es empleada como jardín de lluvia para el reaprovechamiento del agua pluvial, la cual es utilizada para el uso del museo. Además, en su apuesta por la sostenibilidad, el voladizo cuenta con más de 60.000 células fotovoltaicas que son capaces de generar el 5% de energía requerida por las instalaciones.
Por todo ello y sumado a la manera en la que fue construido, donde se priorizó la utilización de materiales reciclados a partir de la demolición de la anterior academia, así como la reutilización de residuos industriales, el diseño de Renzo Piano alcanzó lograr uno de los mayores distintivos en materia de sostenibilidad: el LEED Platino.
La necesidad de innovar para preservar el paisajismo en el futuro de las ciudades
La necesidad de innovar en diseño y paisajismo a nivel mundial es cada vez más grande. Ante un constante crecimiento de la población, es necesario la aplicación de soluciones innovadores e inteligentes para que las ciudades prosperen. Tenemos que crear comunidades integradoras que promuevan tecnologías urbanas e inteligentes que garanticen espacios resilientes y zonas de esparcimiento sostenibles que conduzcan a una sociedad más viva y humana. Como arquitectos, tenemos que dejar a un lado la clásica planificación urbana para centrarnos en un nuevo tipo de planificación: la de la vida urbana.
Certificaciones como LEED, BREEAM o Fitwell son formas de incentivar a los desarrolladores, arquitectos y paisajistas a aplicar métodos y procesos que ayuden a reducir la huella ambiental de las ciudades. Las ciudades del futuro son verdes y serenas; unas que trabajen en conjunto para fluir con el planeta y no contra él. La conexión humana con la naturaleza volverá a ser la fuente principal de felicidad.
Sobre el autor
Elena Herrero
Arquitecta paisajista de la escuela de paisajismo de Virginia Tech en Estados Unidos y recientemente graduada de un MBA en IE University en Madrid. Con experiencia profesional en Estados Unidos, el Medio Oriente y Costa Rica como diseñadora y jefa de proyectos. Interesada en el desarrollo sostenible y amante de la naturaleza.