El carácter efímero de las expresiones artísticas es, ante todo, un concepto subjetivo y sujeto a la propia definición de arte. La idea de considerar a las diferentes expresiones efímeras como una forma de arte ha estado presente desde la época clásica hasta hoy en día. Platón, por ejemplo, nos diría que si algo es bello no puede ser efímero, ya que la mera imagen de bello es lo único eterno. Del mismo modo, el cristianismo de la edad media también rechaza la idea de lo bello como algo pasajero, ya que la única belleza es la de Dios y esta es inmutable. No obstante, a partir del siglo XIX, se produce un cambio de paradigma respecto al concepto, considerando el carácter efímero de las cosas como indicador de belleza (Souriau, 1998).
Como podemos ver, la expresividad artística de lo efímero ha existido desde siempre, independientemente de ser reconocida o no. Sin embargo, no fue hasta llegado el siglo XX cuando estas formas de expresión han cobrado una gran importancia. Y es que, el mundo contemporáneo trajo consigo un cambio de paradigma hacia lo subjetivo, lo individual, dando lugar a tendencias artísticas que rompieron con la tradición clásica. En este contexto, el arte contemporáneo ya no se sustenta sobre ideas inmutables, sino que queda ligado a la condición cambiante de las personas y su percepción.
Este paradigma desencadena en una sociedad cada vez más materialista y cuya velocidad de consumo aumenta, donde el arte, en todas sus formas, queda sometido a una degradación que refuerza y revaloriza lo efímero y lo emocional. Ya no importa el qué, sino el sentido estético y la percepción sensorial que provoca.
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