Arquitectura y arte: cuando el espacio se convierte en emoción

on 5 diciembre, 2025
“I don’t think that architecture is only about shelter… It should be able to excite you, to calm you, to make you think.” — Zaha Hadid
La arquitectura no es solo refugio ni el arte únicamente contemplación. Cuando ambos se encuentran, surge un territorio donde la forma, la luz, el material y la experiencia confluyen para dar sentido, provocar y resonar. Estas palabras de Hadid establecen el punto de partida: un espacio arquitectónico que aspira a algo más que cumplir una función, y el arte que busca anclarse en la vida cotidiana y en los cuerpos que habitan. Esta aspiración de Hadid —que la arquitectura emocione, calme y haga pensar— no aparece de la nada. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, algunos arquitectos ya empezaron a cuestionar una arquitectura entendida solo como refugio o máquina eficiente. Entre ellos, Louis Sullivan y Frank Lloyd Wright formularon una manera de pensar el edificio que, desde otra época y otro lenguaje, apunta en la misma dirección: una arquitectura donde la función incluye también la experiencia, la naturaleza y la vida de quienes la habitan.

De Sullivan a Wright: función, naturaleza y experiencia

A finales del siglo XIX, Louis Sullivan condensa su posición en un principio célebre: «form follows function». La frase se ha simplificado a menudo como si defendiera una arquitectura puramente utilitaria, pero su alcance es mayor y conecta, en otro registro, con la ambición de Hadid. Para Sullivan, la función no se limita al uso práctico; incluye las leyes de la naturaleza, la lógica estructural y las necesidades profundas del habitar. La forma arquitectónica debe derivarse de aquello que el edificio es y hace, no de una decoración arbitraria. Cuando esa correspondencia es auténtica, el resultado es también bello. Sullivan subraya además que el hombre forma parte de la naturaleza. La “función” del edificio no es solo albergar actividades, sino también integrar al habitante en un orden natural, hacer legible esa pertenencia. El edificio ha de ser una extensión de la naturaleza, no un objeto ajeno a ella. De ahí su ornamentación orgánica: pájaros, motivos vegetales, geometrías inspiradas en lo natural que no se superponen, sino que emergen de la lógica estructural del edificio.
Almacenes-Carson -Louis Sullivan

Almacenes Carson – Louis Sullivan (1899-1903)

Estas ideas las retoma y lleva más lejos su discípulo Frank Lloyd Wright. Si la forma debe seguir a una función que incluye la relación con la naturaleza, entonces no basta con decorar con motivos naturales: todo el edificio —implantación en el lugar, estructura, materiales, relación interior–exterior— debe concebirse como parte del paisaje, como un organismo más dentro de él.

El edificio como extensión de la naturaleza

En Wright, la función deja de ser solo uso práctico para incluir la experiencia estética, el vínculo con el entorno y el bienestar del habitante. De ahí su afirmación de que forma y función son una sola cosa: espacio, vida y naturaleza se articulan desde una misma lógica orgánica. Esta forma de entender el edificio —como organismo, como experiencia y como extensión de la naturaleza— no se quedó en una cuestión de autor. A lo largo del siglo XX, esta mirada se expandió y fue compartida por arquitectos y artistas que empezaron a trabajar, de manera deliberada, en esa frontera donde la arquitectura se comporta como arte y el arte adopta la escala del espacio habitable.

Fallingwater -Frank Lloyd Wright (1936-1937)

Una genealogía compartida: arquitectura como arte, arte como espacio

“The mother art is architecture. Without an architecture of our own we have no soul of our own civilization.” — Frank Lloyd Wright
Wright reconoce algo esencial: la arquitectura no es un simple escenario para el arte, sino su matriz cultural. A la vez, el arte tiene la capacidad de transformar la arquitectura en experiencia sensible. A principios del siglo XX, distintos movimientos —del art nouveau al modernismo y, más tarde, el deconstructivismo— exploran esa frontera difusa. Escultura, pintura, objeto y espacio se funden en una misma búsqueda: que la forma hable, que la estructura sea emoción. En este contexto, la arquitectura se nutre de las investigaciones del arte, y el arte encuentra en la arquitectura un soporte expandido. Gerrit Rietveld, por ejemplo, utiliza los nuevos materiales y sistemas constructivos para desarrollar viviendas como la casa Schröder, donde planos horizontales y verticales se disponen en composiciones asimétricas que ponen a prueba el equilibrio del conjunto. Es una arquitectura en plena sintonía con el espíritu de De Stijl, cuyos representantes —Piet Mondrian, Theo van Doesburg— investigan la reducción del lenguaje plástico a planos, líneas y colores primarios. La casa deja de ser solo un objeto funcional para convertirse en un espacio donde las ideas de un movimiento artístico se hacen habitables.

Casa Rietvel Schroder – Gerrit Rietveld

La Bauhaus: un taller común para arte, industria y arquitectura

Si De Stijl convierte la vivienda en soporte de un lenguaje pictórico abstracto, la Bauhaus lleva un paso más allá la integración entre arte y arquitectura, dotándola de una estructura pedagógica y productiva. Fundada por Walter Gropius en 1919, la escuela se plantea como un taller común donde confluyen pintura, escultura, artes aplicadas, diseño y construcción, con un objetivo explícito: unificar todas las artes en la obra arquitectónica. El modelo de enseñanza de la Bauhaus rompe la separación entre disciplinas. El alumno no se forma solo como arquitecto, pintor o diseñador, sino como alguien capaz de entender la materia, el color, la luz y la técnica desde una base común. Los cursos preliminares y los talleres —metal, vidrio, textil, tipografía— no son ámbitos menores, sino laboratorios donde se ensayan relaciones entre forma y función que luego se trasladan al espacio construido.
La Bahaus

Composición en color A» – Piet Mondrian

La arquitectura aparece así como síntesis de ese trabajo colectivo. El edificio de la Bauhaus en Dessau, por ejemplo, puede leerse como un manifiesto construido: volúmenes nítidos, grandes paños de vidrio, estructura aparente, circulaciones claras. Pero, más allá de su imagen, lo significativo es que en él confluyen decisiones gráficas, cromáticas, espaciales y constructivas procedentes de los distintos talleres. La escuela se convierte en un objeto arquitectónico donde la señalética, el mobiliario, las luminarias o la propia organización del espacio forman parte de una misma concepción integrada.

Bauhaus Dessau – Walter Gropius. (1926-1926)

Con la Bauhaus, el diálogo entre arte y arquitectura se desplaza del terreno del “adorno” al de la vida cotidiana: los objetos, el mobiliario, la gráfica y el edificio participan de un mismo proyecto de modernidad. Se consolida así la idea de que la calidad artística no se reserva a piezas excepcionales, sino que puede y debe impregnar el entorno habitual del habitante, desde la silla hasta la fachada.

Escultura que se recorre, arquitectura que se esculpe

En el ámbito de la escultura contemporánea, la relación con la arquitectura se vuelve igualmente estrecha. Como recuerda un texto sobre la relación entre escultura y arquitectura, “Las líneas entre escultura y arquitectura siempre han sido difusas. La arquitectura, al igual que la escultura, atiende a la forma tridimensional.” La obra de Richard Serra está profundamente ligada a la escala del cuerpo y a la lógica del espacio construido. Sus grandes piezas de acero corten no se contemplan solo desde fuera: se recorren, se escuchan, modifican la percepción del equilibrio y de la gravedad. El espectador se convierte en usuario de un espacio esculpido.
La materia del tiempo - Richard Serra

La materia del tiempo – Richard Serra (1994)

Algo similar ocurre con la obra en hormigón del escultor Ángel Mateos, cuyo museo puede leerse como una escultura habitable. Aquí el límite entre edificio y pieza escultórica se diluye hasta casi desaparecer.

Museo Ángel Mateos – Ángel Mateos (1997-1999)

En el caso de Jorge Oteiza, la relación con la arquitectura se plantea desde el vacío. Sus investigaciones sobre la “desocupación del espacio” desplazan el foco desde la masa al hueco: no importa solo el volumen que se añade, sino el espacio que se libera, la relación entre interior y exterior, lleno y vacío. Esa misma preocupación es central en la arquitectura: cómo el espacio —no solo el objeto construido— se convierte en materia de proyecto. De este reconocimiento mutuo surge una posibilidad fértil: la arquitectura puede adoptar la sensibilidad y la precisión formal del arte, y el arte puede encontrar en la arquitectura un soporte que amplifica y complejiza su percepción.

Materialidad, luz y experiencia: los ingredientes del encuentro

Si miramos el recorrido que hemos trazado, aparece una constante bajo lenguajes, épocas y estilos muy distintos: la arquitectura deja de ser solo un contenedor funcional y el arte deja de ser solo objeto autónomo. Ambos convergen en el espacio habitable. La materia, la luz y la escala dejan de ser meros recursos técnicos para convertirse en herramientas de proyecto cultural. El hormigón no es solo resistencia, es peso y tactilidad; el vidrio no es solo transparencia, es forma de relacionar interior y exterior; la luz no es solo requisito de confort, es lo que ordena recorridos, destaca vacíos, construye silencios. Pensar la arquitectura desde esta convergencia con el arte no significa renunciar a la función, ni olvidar la economía o la técnica. Significa reconocer que toda decisión funcional tiene también una dimensión perceptiva y simbólica: organiza cómo se entra, cómo se espera, cómo se mira, cómo se recuerda un lugar. La responsabilidad del proyecto ya no se agota en cumplir un programa, sino en definir cómo se vive ese programa. Quizá ahí resida el hilo que une a todos estos ejemplos: la conciencia de que el espacio construido no es un fondo neutro sobre el que transcurre la vida, sino uno de sus actores principales. Cuando la arquitectura asume esta condición y se abre a la precisión, la intensidad y la atención propias del arte, los edificios dejan de limitarse a ocupar suelo para convertirse en algo más exigente: lugares que significan, acompañan y emocionan.  

Sobre el autor

Luis Ceñal

Luís Ceñal BLOG Licenciado en Arquitectura por la Universidad de Arquitectura de Alcalá de Henares y actualmente cursando un PDD para directivos en el IESE. Se desarrolló profesionalmente como arquitecto en Londres en estudios como Belsize Architects (RIBA Awards Winners) y BPTW en el que ejerció como jefe de proyectos de complejos residenciales de más de 350 viviendas. En ADORAS desarrolla su función como director de departamento desde 2019, donde aporta una experiencia internacional con un diseño y unos procesos anglosajones.

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La arquitectura y la literatura se encuentran en una armonía única

on 5 abril, 2024

“Todo autor se convierte, en menor o mayor medida, en arquitecto, porque tiene que escribir sobre lugares donde interactúan, habitan o transitan sus personajes, los que sirven de marco especial a sus historias” Juan Calatrava Escobar.

A lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo los arquitectos encuentran inspiración en las páginas literarias, mientras que los escritores dan vida a sus pensamientos contextualizándolos en la arquitectura, creando así una danza creativa donde la arquitectura y la literatura encuentra una armonía única.

En el acto de la lectura, transcendemos de nuestra propia identidad, nos regala la oportunidad sumergirnos en universos ajenos. La esencia mágica de la literatura se revela cuando un personaje o espacio experimenta una transformación única en la percepción de cada lector que se sumerge en sus páginas.

Nuestra mente tiende a asociar determinadas acciones con entornos específicos

Imaginemos un fragmento de una obra en el cual el autor describe el hogar del personaje. Cada detalle de este espacio guiado por el escritor nos transporta a distintos lugares, moldeando nuestra percepción y generando sensaciones específicas. La distribución de este hogar, según la narración tiene el poder de hacernos sentir de maneras diversas. Si el autor nos sumerge en la imagen de nuestro personaje descansando en el salón de su casa, rodeado de una biblioteca repleta de libros, una cálida chimenea, con la luz del atardecer filtrándose desde la ventana e iluminando todo a su alrededor, experimentamos una sensación de calidez y seguridad, como si nos encontrásemos en un refugio personal.

De lo contrario, si quisiese evocar tristeza y estrés, diseñarían un rincón sombrío y desgastado, donde la luz se filtra tímidamente a través de las cortinas descoloridas. Las paredes, impregnadas de años de soledad y desesperanza, el mobiliario, viejo y desgastado, un ambiente cargado de silencio interrumpido solo por el crujir del suelo de madera. Un par de fotografías en la pared, colgadas de manera irregular y dobladas, contando momentos que no volverán, las sombras alargadas en las esquinas, provocando sensación de claustrofobia y desesperación.

La descripción detallada de los elementos contribuye a crear una atmósfera melancólica que puede generar una respuesta emocional especifica y aquí es donde se une la literatura y arquitectura.

Por otro lado, el arquitecto utiliza el espacio, la escala y los materiales para evocar sentimientos. Cuando un arquitecto lleva a cabo un diseño, se esfuerza por alinear conscientemente los elementos para crear una experiencia sensorial coherente. La elección de cada detalle se realiza con la intención de guiar los sentidos del usuario hacia la experiencia deseada. Por ejemplo, si se busca evocar intensidad, el arquitecto podría concebir espacios inmensos y altos, generando la sensación de pequeñez y potenciando así la experiencia impactante dentro de ese proyecto arquitectónico.

La arquitectura como constructora de relatos: explorando la intersección entre literatura y espacio

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad

Gabriel García Márquez utiliza los espacios arquitectónicos cual personajes para apoyarse en contar la historia: las casas, pueblos y ciudades son protagonistas esenciales, con descripciones detalladas que revelan su importancia en la vida de los que lo habitan, provocando estados de ánimo o simbolizando ideas.

En Cien años de soledad, una obra literaria que se centra en la historia de la familia Buendía a lo largo de varias generaciones en el pueblo ficticio de Macondo, la trama se enfoca en aspectos como la magia, la historia y la naturaleza humana.

Algunos críticos y académicos han explorado la relación entre la arquitectura y la novela desde un punto de vista simbólico. La detallada descripción de Macondo y sus construcciones a lo largo del tiempo puede interpretarse como una metáfora de la evolución y decadencia de la sociedad latinoamericana. Además, la forma en la que se construyen y destruyen las estructuras en la novela podría reflejar los cambios políticos y sociales en la región. Las construcciones en Macondo podrían ser vistas como símbolos de la historia y la herencia de la familia Buendía. La casa de los Buendía se construye y destruye a lo largo de la novela, representando el tiempo, la decadencia y la memoria.

Ilustración de Cien años de soledad - Gabriel García Marquez

Ilustración de Cien años de soledad – Gabriel García Marquez

“Moviéndose a tientas por los dormitorios vacíos percibía el trueno continuo del comején taladrando las maderas, y el tijereteo de la polilla en los roperos, y el estrépito devastador de las enormes hormigas coloradas que habían prosperado en el diluvio y estaban socavando los cimientos de la casa. Un día abrió el baúl de los santos, y tuvo que pedir auxilio a Santa Sofía de la Piedad para quitarse de encima las cucarachas que saltaron del interior, y que ya habían pulverizado la ropa. <No es posible vivir en esta negligencia>, decía. <A este paso terminaremos devorados por las bestias.> 

Fragmento de la obra Cien años de soledad, Gabriel García Márquez.

Arquitectura como eje narrativo en una novela basada en un mundo edificado

La catedral del mar por Ildefonso Falcones

La catedral del mar se sumerge en el contexto histórico y social de Barcelona medieval, centrándose en la construcción de la iglesia de Santa María del Mar, que hoy en día es conocida como la Catedral del Mar. La narrativa destaca la intersección entre la vida diaria de los personajes y el proceso arquitectónico, evidenciando que la arquitectura no solo configura el entorno físico, sino que también ejerce una profunda influencia en la existencia de las personas. La catedral se alza como un símbolo de la comunidad, un faro de esperanza que, a la vez, refleja las tensiones y desigualdades de la época.

La novela explora la compleja relación entre arquitectura y poder, la construcción de la catedral se convierte en un acto de resistencia, una afirmación de la identidad comunitaria frente a la opresión de la nobleza. A medida que la catedral va tomando forma, se funde como un testigo silencioso de las luchas individuales y colectivas de los personajes, reflejando la evolución de las relaciones sociales y políticas, como un canto a la libertad y solidaridad.

La catedral del mar nos invita a reflexionar sobre la arquitectura como algo más que un conjunto de estructuras físicas. Se convierte en un medio para explorar temas universales como la libertad, la justicia y la solidaridad. La novela utiliza la construcción monumental como un vehículo para narrar una historia épica que transciende de lo material, resaltando la capacidad de la arquitectura para reflejar y moldear las aspiraciones y valores de una comunidad. Nos permite vivir en carne propia la construcción de un símbolo imperecedero y los sucesos de una sociedad en constante transformación.

La catedral del mar, Barcelona

La catedral del mar, Barcelona

“Los tres miraron hacia la parte posterior de la iglesia, donde se levantaban las diez columnas; ocho en semicírculo y dos más apartadas. Tras ellas se habían empezado a construir los contrafuertes y los muros que formarían el ábside. Pero si las columnas subían por encima de la pequeña iglesia romántica, los andamios subían y subían, sin razón aparente, sin columnas en su interior, como si los operarios se hubieran vuelto locos y quisieran construir una escalera hacia el cielo.”

Fragmento de La catedral del mar

Arquitectura como lenguaje: Simbolismo e inspiración en la construcción de edificios

El castillo de Kafka

El retorcido castillo de Kafka por Ricardo Bofill. El castillo es una novela inacabada de Kafka de 1926 que sigue la odisea del protagonista llamado K, en su intento por integrarse en una misteriosa y burocrática sociedad dominada por un castillo inaccesible, K se enfrenta a obstáculos y frustraciones mientras busca respuestas sobre su estatus y propósito en un entorno laberíntico y surrealista. La obra explora temas como la alineación, la autoridad y la búsqueda de significado en un mundo absurdo, característicos del estilo único y visionario de Kafka.

Esta novela inspiró a Ricardo Boffil para la construcción de El castillo de Kafka ubicado en Stiges, España. Se compone de una combinación de torres cilíndricas y cuadradas que se entrelazan mediante pasillos y escaleras. Estas torres están recubiertas con bloques de hormigón, otorgándoles una presencia sólida y grandiosa. Su forma de laberinto y sus muros de hormigón característica del estilo brutalista, genera un interesante contraste que crean una atmósfera opresiva y una fuerte carga emocional.

El Castillo de Kafka representa una integrante fusión de estilos arquitectónicos que entrelaza el brutalismo, el postmodernismo y el surrealismo. Su diseño singular reinterpreta de manera moderna la fortaleza medieval, inspirando al mismo tiempo sensación de misterio y fantasía.

Una de las características más notables del Castillo de Kafka es su intrincada disposición interna, formando un laberinto que invita a la exploración y la reflexión. Los pasillos y escaleras se entrelazan de manera surrealista, reflejando la influencia de las obras del escritor Franz Kafka, cuyo estilo y temas de alineación y absurdo se conectan con la estructura misma.

Castillo de Kafka, Sant Pere de Ribes (Barcelona)

Castillo de Kafka, Sant Pere de Ribes (Barcelona)

“El campanario, es cierto, no podía dudarse, se erguía recto, rejuveneciéndose en la parte superior, y coronado por un techo ancho de tejas rojas, un edificio terrenal —¿qué otra cosa podíamos construir? —, pero con una finalidad muy superior a la del achaparrado villorrio y con una expresión más luminosa que la otorgada por el sombrío día laboral. La torre de allá arriba —era lo único visible— era la torre de una vivienda, como ahora se mostraba, quizá la del castillo principal, un edificio redondo y uniforme, en parte cubierto piadosamente por la hiedra, con pequeñas ventanas que destellaban por la luz del sol —su aspecto tenía algo de descabellado—, y acababa en una especie de azotea, cuyas almenas, inseguras, irregulares, rotas, mordían el cielo azul y parecían haber sido diseñadas por un niño descuidado o acobardado. Era como si algún habitante afligido que tendría que haberse mantenido encerrado en la habitación más alejada de la casa, hubiese roto el techo y se hubiese alzado para mostrarse al mundo.”

Fragmento de la obra El castillo de Kafka.

El Danteum de Giuseppe Terragni

El Danteum de Giuseppe Terragni es un proyecto arquitectónico basado en “La divina comedia”, un poema épico escrito por Dante Alighieri en el siglo XIV. Este poema explora temas como el pecado, la redención y la búsqueda de la salvación. Se divide en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. En el infierno, encuentra a personas condenadas por sus pecados, en el Purgatorio, las almas se purifican antes de ir al Paraíso y en el Paraíso, experimenta una visión de la perfección divina.

La obra de Terragni es considerada una obra maestra conceptual, aunque nunca llegara a construirse. Este proyecto buscaba traducir la compleja narrativa del poema épico en una experiencia espacial única, influenciado por diversas corrientes arquitectónicas, como el racionalismo italiano y el expresionismo. El uso de la geometría y la simbología tenía un papel fundamental en la concepción del edificio.

El diseño incluía una serie de espacios interconectados que reflejaban los nueve círculos del Infierno, los siete niveles del Purgatorio y los nueve cielos del Paraíso, cada nivel estaba diseñado para transmitir la atmósfera de la obra de Dante.

El Infierno era un espacio cavernoso y oscuro, con una rampa descendente que simbolizaba la caída del alma en el pacado.

El purgatorio era un espacio intermedio con una rampa ascendente que representaba la purificación del alma.

El paraíso era un espacio luminoso y celestial, con una estructura cónica que simbolizaba la ascensión del alma a la felicidad eterna.

El Danteum no solo era una obra arquitectónica, sino también una experiencia sensorial completa: luz, textura, sonido y escala se combinaban para crear una atmósfera que transportaba al visitante al universo de Dante.

The Danteum - Giuseppe Terragni

The Danteum – Giuseppe Terragni

A pesar de no haberse llegado a construir debido a varias razones, incluida la Segunda Guerra Mundial y la muerte prematura de Terragni, El Danteum es un ejemplo del potencial de la arquitectura para traducir ideas abstractas en experiencias espaciales y emocionales.

En conclusión, El Danteum nos invita a reflexionar sobre la relación entre la arquitectura, literatura y experiencia humana.

“Tal la bestia me hacía sin dar tregua,

pues, viniendo hacia mí muy lentamente,

 me empujaba hacia allí donde el sol calla.

 Mientras que yo bajaba por la cuesta,

se me mostró delante de los ojos

alguien que, en su silencio, creí mudo.”

Fantástico Sr. Fox por Roald Dahl

La novela infantil Fantástico Sr. Fox por Roald Dahl inspiró a la creación del comedor escolar de un jardín de infancia en Prestwood, Inglaterra, los arquitectos de Rosee SA y PMR arquitectos, diseñaron la estructura inspirada por el pueblo bajo tierra que se describe en el libro de Dahl, The Little hall.

El comedor presenta el ambiente divertido y feliz de la novela que trata sobre un astuto zorro que desafía a tres granjeros malvados para alimentar a su familiar y a otros animales del bosque. A primera vista, la conexión entre esta historia y la arquitectura podría no ser obvia, ya que la trama se centra en la valentía y la astucia del Sr. Fox. Sin embargo, desde un punto de vista simbólico, se pueden explorar algunos elementos relacionados con la arquitectura. La forma en que el Sr. Fox utiliza su ingenio para burlar a los granjeros y encontrar refugio en distintas madrigueras podría interpretarse como una metáfora de cómo la arquitectura y el entorno construido pueden influir en la supervivencia y el estilo de vida de los personajes. La novela trata temas de hogar y comunidad, que están intrínsecamente vinculados a la arquitectura. Las madrigueras y las construcciones naturales de los animales representan sus refugios y lugares de pertenencia, mientras que las acciones del Sr. Fox para asegurar la supervivencia de su comunidad pueden ser vistas como una reflexión sobre la importancia del espacio construido en la vida cotidiana.

Inspirados en la novela, los arquitectos Rosee SA y PMR diseñaron seis casas de tejado a dos aguas, con entramado de madera que se unen para formar un comedor de usos múltiples y un espacio para un club extraescolar. Una fachada de madera con colores vibrantes rodea las dos fachadas principales para fusionar el nuevo salón con el entorno escolar, reflejando la línea del techo de la escuela existente. Las nuevas ventanas, ubicadas en diferentes alturas, ofrecen vistas del salón desde el patio de recreo y proporcionan repisas interiores y estantes para los niños y sus creatividades.

Fastastic Sr. Fox

Fastastic Sr. Fox

“Haremos un pequeño pueblo subterráneo, con calles y casas a cada lado, casas separadas para tejones, topos y conejos y comadrejas y zorros. Y todos los días iré de compras para todos vosotros. Y todos los días comeremos como los reyes”

Fragmento obra Sr. Fox por Roald Dahl

Explorando la Intersección entre la Realidad y la Ficción en Literatura y Arquitectura

En este cruce entre la realidad y la ficción, donde la literatura y la arquitectura se entrelazan, surge una pregunta que transciende los límites convencionales. ¿Acaso la ficción supera a la realidad o es la realidad la que inspira a la ficción? Desde la calidez de las palabras que construyen mundos hasta la solidez de las estructuras que dan forma a la narrativa, exploramos cómo la literatura y la arquitectura se nutren mutuamente para provocar sensaciones, desafiar percepciones y construir significados que transcienden los límites de lo conocido. En este espacio donde la imaginación se entrelaza con la realidad tangible, nos embarcamos en un viaje que desafía nuestra compresión y nos invita a descubrir nuevos horizontes donde la verdad se revela de formas inesperadas.

Sobre el autor

Rosario Sánchez

Graduada en Cámara y postproducción Digital en la Escuela de Arte de Granada y especializada en Dirección Creativa. Ha participado en diversos proyectos culturales como freelance. Su trayectoria profesional le ha permitido trabajar en diferentes grupos de trabajo interdisciplinares, adaptándose a nuevas situaciones, culturas y metodologías de trabajo. Desde 2021, forma parte del atelier de ADORAS como creativa realizando trabajos de diseño gráfico, fotografía y redes sociales.

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Más allá de lo visual: relaciones entre arquitectura y música

on 2 junio, 2023

“¿No has observado al pasearte por la ciudad, que entre los edificios que la componen, algunos son mudos, los otros hablan y otros, en fin, los más raros, cantan?” (Paul Valéry, 1923). Esta es una de las muchas analogías que se han establecido a lo largo de la historia para unir dos conceptos que, a priori, muestran trayectorias diferentes: música y arquitectura. Sin embargo, si hablamos de las estructuras de armonía, composición, base, ritmo o equilibrio, ¿no son sino multiplicidades que convergen entre ambas?

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